Juan Alfonso Samaja y Beatriz Galán

De la materialidad al signo

Metodología

Semiótica

Publicación: 23/5/2018

Imagen de un cuadro pintado con colores primarios y figuras geométricas

Publicado originalmente en Caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA). N° 12 | Año 2018 en línea desde el 4 julio 2012.


Semiótica de las innovaciones en el proceso del Diseño

El desarrollo en clave dialéctica: función de auto-regulación

Entendemos por desarrollo la reproducción de la vida en todas sus dimensiones, las cuales incluye la reproducción biológica, la reproducción ecológico-política, comunal cultural y tecno-económica. [1]

En otras palabras, la noción de desarrollo deviene en un concepto clave para la comprensión de toda realidad auto-regulada, que incluso es capaz de transformar el entorno como una estrategia para su propia auto-conservación. Si el movimiento en general realiza una transformación indeterminada en el estado de las cosas, debemos entonces definir al desarrollo, como un tipo particular y determinado de movimiento con fines adaptativos o de reproducción. Pero esto último implica que el desarrollo no “ocurre”, sino que se realiza, es decir que requiere de la intervención del sujeto, principal comprometido con la transformación de lo exterior para la conservación de lo interior.

“Los cambios que se pueden introducir en un sistema dado de conocimiento (de creencias) son sólo aquellos cambios que resultan compatibles con la conservación del sistema en su totalidad”. [2]

En una sociedad en constante transformación las comunidades emergentes pugnan por el reconocimiento de sus intereses y valores, planteando necesidades radicales que ya no encuentran satisfacción en las condiciones sociales y tecno-económicas precedentes. [3] Por tratarse precisamente de necesidades radicales,[4] esta crisis desencadena un proceso de conflicto en torno a las lógicas de producción y reproducción precedentes, conflicto que habrá de culminar en el reconocimiento y legitimación de un nuevo estado del Ser (modo de producción, de distribución, de circulación y de consumo de los bienes). Estas transformaciones generan, a su vez, nuevas realidades de intercambio de productos en las cuales se articulan agentes del sector privado como del estatal.

La innovación aparece en este contexto teórico como un movimiento que expande el campo de las necesidades y de las formas de satisfacerlas. Desde el punto de vista tecno-económico, estos productos y artefactos, provocan innovaciones disruptivas, las cuales irrumpen de tal modo en las cadenas de valor existentes que los propios agentes del sector empresario suelen verse desbordados. Este tipo de innovaciones se presentan en dos momentos: surgimiento del artefacto en su primera manifestación como novedad material, y al final de este ciclo, cuando agotados las posibilidades de innovaciones tecnológicas y saturados los mercados existentes, una innovación disruptiva prolonga el ciclo a partir de generar una nueva lectura del artefacto que lo vuelve a posicionar en el lugar de novedad, no ya material, sino en tanto que dispositivo. [5]

En todo este proceso se presenta el anoticiamiento de una realidad emergente por parte del colectivo social, que llevará al diseño e implementación de acciones tendientes a modificar la situación existente (valorada como estado negativo), y finalmente a la consagración de ese nuevo estado de cosas.

El desarrollo como Proyecto

En la lógica del pensamiento organizado, la necesidad, expresada inicialmente como carencia es capaz de devenir proyecto,[6] así como los individuos, que afrontan dicha carencia, llegan a constituirse sujetos del desarrollo. Dentro de este contexto, la actividad proyectual se nos presenta como el escenario epistemológico privilegiado en el cual las comunidades de intereses, reconocen e institucionalizan sus necesidades, crean los consensos necesarios, agencian los recursos, y luchan por la conquista de la validez de sus propias operaciones de transformación. El proyecto es el campo en el que se entrama la emergencia, la institucionalización de nuevos productos y sus sistemas de anidamiento.

El ser del proyecto como dialéctica entre reproducción de lo mismo y producción de lo novedoso

Toda confrontación entre el sujeto y su medio puede presentarse de dos maneras: el sujeto y su medio se hallan conformando una unidad de funcionamiento, o bien el medio y el sujeto se encuentran escindidos, de modo tal que cada uno se presenta como una exterioridad para el otro, como un obstáculo de su unidad. En la lógica de las narraciones se denomina canonicidad al primer estado, y fechoría o alteración de la discursividad esperada al segundo.[7]Este obstáculo o escisión entre sujeto y medio puede manifestarse del modo siguiente:

  • el sujeto busca imponer su lógica al medio, anular el orden imperante;
  • el sujeto pretende intervenir en el medio generando alguna transformación parcial;
  • el sujeto busca acomodarse al orden ya existente, asumir la normativa que se le impone.

Si la investigación es concebida como un proceso orientado a la modificación de las creencias propias, entonces el proceso por el cual un sujeto investiga no puede sino concluir en un cambio de sentido como producto de ese proceso. Pero la desviación en la lectura sobre un fenómeno puede presentar dos alternativas:

  • el sujeto se desvía de su propia normalidad interpretativa adecuando su marco de lectura –y por lo tanto modificándolo– a la realidad del fenómeno en que se encuentra; o

  • el sujeto pone en escena una lectura sobre el contexto que –sin constituir una desviación de la normalidad del sujeto interpretante– resulta subversiva respecto de las normas actuales con que se rige el fenómeno interpretado. En este último caso, el sujeto no pretende acomodarse a un fenómeno que considera realizado, sino que lo subsume a la lógica de sus acciones y de sus intelecciones. Aquí las desviaciones de la interpretación normal se enmarcarán en procesos profundamente conflictivos en relación a los contextos normales de una comunidad. De allí que este tipo de cambio de sentido que el sujetos proponga presente la estructura de la alteración canónica.

“La operación de cambio de sentidosobre la lectura del territorio(…)Equivale a un desvío sobre la interpretación normaly esperable. Se produce por una conmutación en una variable del objeto, que remite a una lectura no-esperada del territorio, pero que responde a una descripción nueva del mismo(…)“. [8]

Un desvío sobre la interpretación normal supone una situación de tensión entre un sujeto que altera lo normativo de su medio, y el medio mismo, que se le resiste tratando de asimilar las acciones a-funcionales y problemáticas del sujeto a su propia lógica, es decir, transformando las acciones rebeldes (potencialmente subversivas) en acciones instituidas y adecuadas al orden imperante. Pero es necesario aclarar que no toda tensión entre el sujeto y su medio deviene en una transformación de las relaciones existentes, como no todo proyecto supone una alteración de las relaciones productivas en una comunidad; en otras palabras, el proyecto puede ser una función para la conservación de lo ya instituido, y por lo tanto la realización de lo normativo imperante a las desviaciones singulares, o bien puede tener una función desequilibradora y a los efectos de la emergencia de un orden que niega el estado anterior de cosas. En este sentido último el proyecto deviene subversivo.

Por esta razón, la lógica del proyecto no debe ser concebido únicamente en términos de una reacción conservadora de valores codificados, pues las acciones que se ponen en escena a los efectos de defender unos valores ya instituidos, es sólo una dimensión posible del proyecto, mas no toda su lógica. Tampoco debemos creer ingenuamente que los proyectos anidados en instituciones tiendan naturalmente a conservar dichas estructuras, pues en el fondo todo sistema está subordinado a la dialéctica de sus propias contradicciones. De allí que las investigaciones que desarrollan la Universidad y la sociedad civil sean también parte de las condiciones objetivas en las que logran producirse desviaciones en torno a las matrices doctrinarias[9] o modelos, dando lugar a una alteración del universo discursivo, y no únicamente su mecanismo simbólico de conservación.

Por supuesto, cuando las necesidades radicales son emergentes de las condiciones actuales (debido a la distribución del patrimonio material y simbólico dado en una sociedad determinada), éstas no pueden ser ya resueltas en el marco de la lógica instituida, pues es esa misma lógica la que ha producido tales necesidades. Por lo tanto, en ese contexto o dichas necesidades deberán ser acalladas con la fuerza del sistema, o la fuerza misma de las necesidades hará entrar en crisis la lógica interna del sistema imperante. En este último caso, la resolución deberá suponer una alteración sustancial del sistema productivo tal cual existe; por tal motivo es que en dichas condiciones singulares el proyecto deviene subversivo, pues corre las fronteras del horizonte de expectativas, y por lo tanto del universo de los posibles existentes. Por ello, en el terreno de las innovaciones disruptivas, lo nuevo no es sólo una producción material, sino también la conquista de una legitimidad en la interacción de los sujetos con los objetos y de los sujetos entre sí. [10]

Pre modelos, modelos teoréticos y macrosemióticas

La operación consciente y crítica sobre los modelos es el rasgo cultural distintivo de la disciplina y su ventaja diferencial; aquello que habilita y posiciona al diseñador como sujeto epistémico, otorgándole ventajas como operador en el ámbito sociocultural al disponer de una visión amplia de los contextos en los que interviene. Es a través de la construcción de una trama o universo discursivo de conceptos, en el cual inscribe su gestión de su proceso-producto, que el diseñador/innovador adquiere una visión de totalidad, lo que carga de sentido y resignifica los aspectos singulares y particulares de su gestión.

Ahora bien, la innovación no sólo debe producir un emergente tecnológico que se expresará más tarde o más temprano en la forma de artefacto u objeto diseñado, debe además conquistar el espacio validez en el que se manifiesta su operación. Si se tiene en cuenta que todo hecho de innovación es, en última instancia, una desviación de las operaciones pretéritas y ya instituidas (tradicionales), la innovación, por necesidad, habrá de presentarse bajo la forma de una alteración de lo canónico, sea que ella consista en: proponer una materialidad no habitual para un objeto que cumple una función ya establecida; una materia ya conocida y aceptada un modo de tratamiento del material o bien desconocido, o no aplicado todavía a esa materia en particular; o bien proponer para una objetualidad ya existente una utilidad todavía no contemplada en el sistema social. En otras palabras, la innovación no sólo debe ocurrir de hecho, sino reconocerse por derecho. Dicho de manera sencilla: toda innovación debe pagar con la conquista de la validez el precio de su transgresión a lo instituido.

Aunque esto se aplica a cualquier momento de la historia de las técnicas y las tecnologías, no es en cambio correcto que cualquier época de la historia sea igualmente favorable a admitir los procesos de innovación como parte sustantiva de su auto reproducción social. Esto significa, que el Diseño como actividad sistemática sólo se consolida en esa forma de la organización social que ve en las prácticas innovadoras un valor de reproducción. Es importante identificar ese contexto propio en el que el Diseño como práctica adquiere carta de ciudadanía de un universo discursivo particular; el campo propio en el que las operaciones de innovación devienen signo del desarrollo y el progreso de una sociedad, y no ya un atentado. En este sentido, resulta de gran interés la conceptualización que Samaja[11] intenta de estos campos de sentido a partir de la propuesta de A.J. Greimas,[12] que a continuación reseñamos brevemente.

Las Macrosemióticas y el Mundo de los Objetos Diseñados

Samaja propone ampliar la conceptualización greimasiana agregando dos campos nuevos (macrosemiótica Jurídico Estatal –JE– y Tecno Económica –TE–) a las dos que el semiólogo lituano ya había identificado: del Mundo Natural (MN), y de las Lenguas Naturales (LN).

“iii. La Macrosemiótica Jurídico-Estatal (a la que pertenecen todos los metalenguajes del lenguaje verbal); esa función sólo pudo ser cumplida mediante EL LENGUAJE ESCRITURAL […] en esta macrosemiótica, la autoridad personalizada cede el lugar a la autoridad IDEAL o de LA RAZÓN, apareciendo, en consecuencia, la función de ministro, vicario, representante o funcionario de… como mediador entre el ideal y lo real. iv. La Macrosemiótica Tecnoeconómica (a la que pertenecen los “lenguajes” empotrados en las técnicas y en sus productos propio de la economía política en las sociedades democráticas); a esta macrosemiótica pertenecen todos los metalenguajes que contienen y especifican cánones y patrones de validación de los saberes sociales y de las Lenguas mismas por medio del control de los objetos de aplicación mediante vínculos contractuales y constructivos. Este tesoro […] está acumulado en sus tradiciones epistémicas y tecnológicas, de fuerte acento utilitario, que las sociedades burguesas preservan y transmiten mediante sus diversos dispositivos formadores: las Escuelas Politécnicas, los Institutos de Investigación, los Departamentos de Investigación y Desarrollo de las Grandes Empresas (…) pero existe de manera práctica en las rutinas del mercado y de las restantes instituciones de la sociedad civil”. [13]

Según la tesis de Samaja, dichos campos semióticos delimitan de un modo específico unas posiciones de sujeto,unas objetualidades o productos, unos modos de producción o métodos y unos modelos u ontologías desde los cuales se definen y se habilitan las operaciones de transformación y/o reproducción del estado actual de cosas, que a su vez definen los marcos de un proyecto[14] posible para cada caso.

Presentamos a continuación el sistema completo de las macrosemióticas, organizado en forma “ascendente”, es decir, ubicando el estrato más simple en la base del cuadro, y el más complejo en la parte superior.

gráfico

Una de las consecuencias importantes de esta concepción de los campos de sentido que Samaja propone en su Semiótica de la Ciencia es que una totalidad relacional y autoregulada, por paradójico que resulte, jamás puede ser resultado de una mera acumulación de elementos dispersos, como un mero agregado, sino que en todos los casos y de modo invariante, una totalidad actual es consecuencia de una totalidad anterior cuyo estado del Ser ha entrado en una fase de crisis.

“No hay surgimiento de totalidad por ensamblado de partes. Sólo hay surgimiento de totalidad por epigénesis o dialéctica histórica. […] toda nueva formación semiótica necesariamente implica alguna configuración semiótica anterior, que, por alguna razón se ha desconfigurado, dando lugar a un proceso histórico de reconfiguración y, así, de nacimiento de una nueva alianza semiótica. […] toda semiótica actual remite a una semiótica narrativa oculta”. [15]

Cada estrato se funda en una realidad semiótica anterior, al mismo tiempo que instituye un nuevo campo de sentido en el cual se re configuran esos estratos previos; de modo tal que la semiótica del estrato siguiente no sólo refiere a una semiótica anterior (la del lenguaje oral que refiere al mundo de los hechos no lingüísticos; de la escritura que refiere al mundo de la oralidad, etc.), sino que además la reorganiza otorgándole su configuración definitiva: si el estrato anterior es condición de posibilidad del siguiente, el nuevo es, a su turno, mediador (destinador) del precedente. Dicho de otro modo: una vez instituida la nueva macrosemiótica y su sistema simbólico, los estratos anteriores sólo pueden tener existencia plena en la medida en que son legitimadas por la macrosemiótica más reciente.

De las relaciones entre las macrosemióticas y su proceso de desarrollo o génesis debemos aclarar dos puntos importantes:

  • El abandono de un campo semiótico en favor del otro no está dado por una disposición natural del sujeto, asociada a su lucidez, franqueza, o disposición natural,[16] sino que en esa historia se oculta un conflicto o crisis, por medio de la cual el modo anterior ha perdido capacidad de contener a las partes en conflicto. La representación de que el sujeto, si piensa bien, si razona lucidamente, o si le damos suficiente tiempo para que reflexione, va a advertir -debido a una especie de disposición natural- las cualidades de las formas del pensar de otras formas de vida distintas a las suyas, es por lo menos ingenua y no tiene en cuenta, en principio, las condiciones materiales en las que el método se ha producido (y la forma de vida que con él se reproduce) que pueden seguir existiendo y predominando. Por muy lúcido que el sujeto sea, si no se han manifestado condiciones críticas para que el método pueda ser “levantado”, el individuo apelará a la única estrategia habilitada en su medio, y a la cual se halla sujetado.

  • Una vez alcanzado el nivel superior, las macrosemióticas no coexisten de un modo pacífico “uno junto a otro” sino más bien como relación de fuerza, es decir, están en permanentes conflictos mediatizados por las operaciones simbólicas que, en cada una de sus fases, ha podido elaborar el todo social para mantener cohesionadas sus partes.

El dinamismo de la macrosemiótica tecnoeconómica, en la cual se ha constituido paulatinamente el Capitalismo como sistema de producción, queda explicado para Samaja por la supremacía que se otorga a las innovaciones, es decir a las acciones de transformación por sobre las de estabilidad y la preservación de los estratos anteriores. Es precisamente en este último estrato donde las operaciones de sustitución o desviación de la discursividad esperada, que de suyo derivan en una transgresión normativa, se resignifican y subvierten, y donde antes se veía únicamente la desintegración de lo común, ahora se encuentra un valor para el progreso social.[17] Es en el novísimo protagonismo de las tecnologías y los objetos diseñados donde se adjudica al diseñador una función determinante en todo el proceso social. [18]

El modelado como proceso de ontologización

Las macrosemióticas que hasta ahora hemos referido articulan formas del ser y modos del hacer; sin embargo, estos dos términos son inseparables de un tercer elemento, que es el destinador,[19] pues orienta las operaciones en dirección del valor (a conservar o a instituir). A esta terceridad[20] entre el sujeto y el modo de operación nosotros, siguiendo a autores como Ladriére[21] y Samaja,[22] la denominamos Modelo.

El modelo es una aceptable representación del mundo, y, por lo tanto, delimita –como tal representación particular– un sistema posible de operaciones; cualifica un sistema de interacciones al mismo tiempo que impide la visibilización y materialización de otro conjunto de interacciones, materialmente posibles, pero simbólicamente excluidas del universo de los deseables.[23]

En tanto que el objeto no puede ser para nosotros sino la proyección en el campo de las representaciones de aquellas interacciones potenciales e imaginables con el objeto, el conjunto de dichas interacciones habrá de constituir necesariamente nuestra ontología circunscripta para ese objeto en tanto sentido vivido, representado y sostenido por la reproducción material de dichas interacciones.[24]

”(…) el objeto es para mí aquello que yo hago con el objeto, por lo tanto, los límites reales de mi representación serán a su vez los límites materiales de mi acción, ya que los límites de mi acción están cartografiados sobre los límites de mi representación sobre el objeto”.[25]

La función imputatoria del modelo

La precomprensión modelizadora no debe imaginarse únicamente como una relación aislada entre un individuo y su acción privada sobre un objeto dado, sino también como una interacción ejemplificadora de un sistema social que instituye formas legitimadas de consustanciación con el dispositivo, en tanto apropiación de un campo de realidad, al mismo tiempo que dispone de un potente dispositivo sancionador (perinormativo) para corregir las potenciales desviaciones o anomalías en la apropiación individualizada de las materialidades.

Es importante tener en cuenta que las imputaciones del modelo no son exteriores de un modo absoluto, sino sólo relativamente. Por un lado, las imputaciones que un sistema social impone coercitivamente a los individuos no requieren de una fuerza exterior y causal para que dichos hechos sociales tengan lugar y se impongan pues dichas representaciones residen en el mismo individuo en cada interacción con los objetos. Además, y a aun cuando no pensemos en el sistema social (tal como lo concebimos generalmente), e imaginemos al individuo en relación con el objeto y el modelo como mediación, esa mediación que pone en acto se le impone por la propia lógica esquematizadora de sus acciones previas, pues la modelización emergente que un individuo ha producido por medio de la acción, deviene prescripción de un método para los esquemas posteriores que se impone desde la praxis para cada uno de sus sujetos futuros.

Puesto que el sujeto humano es un ser eminentemente religioso en su sociabilidad, es decir, capaz de reunirse con otros sujeto como él en nombre de unas mismas creencias, la operación modelizadora no se nos presenta como una preferencia singular (lo que un individuo imagina frente a una realidad objetivada) sino como el campo de las operaciones simbólicas de reproducción de un colectivo proyectado en el proceso productivo de cada una de sus partes; por lo tanto el modelo lleva empotrada en las representaciones de cada integrante de la cultura la historia olvidada del todo social con sus objetos, de modo específico en que esa comunidad se ha constituido y legitimado. El Ser del Todo ha devenido Deber Ser para sus partes, o dicho de un modo más llano: el proceso de producción se ha instituido en mecanismo o medio de reproducción.

Valores, seres y haceres

Hemos mencionado que el modelo no debe concebirse únicamente como una representación privada que un cierto sujeto empírico se hace de una objetualidad dada también empíricamente; los modelos particulares pueden presentarse como versiones o dimensiones posibles al interior de un modelo macro o integrador, que sería el campo general de sentido (campo semántico) de cada una de las modelizaciones. Si las representaciones particulares se corresponden con apropiaciones del sujeto empírico, y por ello mismo pueden presentarse sometidas a las variaciones y condiciones de la propia práctica, las modelizaciones integradoras corresponden, en cambio, al sujeto teórico, y constituyen lineamientos del pensamiento racional mismo, tal como éste se ha instituido en la praxis.

Sobre estos grandes modelos bastante se ha escrito, y entre los grandes referentes encontramos a G.W. Hegel, quien propone 3 grandes modelos u ontologías posibles: el modelo físico o mecánico; el químico o procesual; y el teleológico u organísmico. [26]

  • El modelo fisicalista o mecanicista consiste en representarse la realidad en la forma de un mecanismo, cuya característica eminente es la relación de exterioridad entre sus partes, y la existencia meramente agregada de la situación, supeditada o dominada por fuerzas causales exteriores. La realidad de las interacciones no depende de las partes sino de las causas que las mueven en cierta dirección, de modo tal que las interacciones, al ser efectos, no son causa de su propia forma de relación, y por lo tanto la forma de su relación se encuentra determinada exteriormente. La exterioridad domina la realidad mecánica: de las partes entre sí y de las partes en relación al conjunto.

  • El modelo químico o procesual presupone ya la categoría de estructura o retroalimentación, acción y reacción, de lo cual resulta que la situación no depende completamente del exterior sino también de cierto grado de estabilidad de la realidad estructurada y de su inercia.

  • El modelo organísmico presupone relaciones de interioridad y autoengendramiento entre las partes y el todo. A diferencia del quimismo, la totalidad organismica se autosostiene. Por supuesto que el organismo vivo también depende de las condiciones externas en cierta medida, pero las modificaciones en las condiciones no derivan automáticamente en una negación del organismo, sino en una estrategia de autoconservación, es decir, en una resistencia. Es en último modelo donde encontramos la noción de finalidad o valor que se halla en el núcleo de las ideas en torno al desarrollo, tal como lo estamos proponiendo.

En torno a estos grandes modelos, corresponde la misma dinámica que ya hemos señalado a propósito de las macrosemióticas, a saber, que cada uno es condición material de existencia para el siguiente, y el último instancia de regulación para los anteriores.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que la operación en lo real mediatizada por modelos o representaciones es una característica extendida a todas las prácticas humanas; todos nosotros, en cualquier campo en que interactuemos estamos predispuestos a encontrar en el objeto lo que creemos admisible que en él esté, y ello es así pues cada época, cada organización social define estos horizontes de expectativas para el conjunto de los sujetos que integran dicho colectivo.

La modelización como puesta en acto de las representaciones o prenociones inculcadas no debe confundirse con otro proceso más complejo que es el de la modelización teorética. Esta última, si bien comparte con la primera la presencia de representaciones mediadoras que interfieren simbólicamente con las acciones de transformación o conservación, se caracteriza por una elaboración consciente de la representación, del mismo modo que el escultor va tallando en la materialidad del mármol la figura que primero ha construido idealmente en su cabeza por medio del cálculo y proporción.

Del mismo modo que dirigir los sentidos hacia la materia sensible es propio y común para todos los que disponen órganos adecuados a esa facultad receptiva, y no por ello todos interponen una matemática a la actividad perceptiva, podemos decir que todos los seres representacionales operamos con signos mediadores en nuestro acceso a la experiencia, pero no por ello elaboramos teorías sobre la experiencia. Este pasaje requiere fundamentalmente un proceso de visibilización y explicitación que lleva a procesos crítico-constructivos que no sólo demarcan los límites epistemológicos y ontológicos del sujeto, sino que el sujeto mismo en dicho proceso es capaz de enriquecer sus representaciones, no sólo reconociendo la parcialidad de las que ya carga, sino fundamentalmente articulándola con otras. Generalmente estos procesos nos permiten poner en cuestionamiento las propias prácticas y las interpretaciones que hacemos de las relaciones y sus componentes.

En un trabajo anterior hicimos referencia a cierta representación que tenemos de la Historia que se deduce, según allí afirmábamos, de la representación misma que consideramos adecuada para graficar los sucesos históricos: la línea horizontal, en forma de segmento o de flecha.[27] Estas representaciones actúan en nosotros, las reflexionemos o no, pues están allí como parte de nuestra constitución como sujetos de la cultura (aprendemos a graficar la Historia, y por lo tanto a pensarla por medio de ese gráfico en las escuelas primarias, y secundarias, en particular). Sin embargo, nosotros podemos realizar un proceso reflexivo sobre tales representaciones y visibilizar sus parcialidades, así como tematizar las perspectivas o dimensiones que oculta. Y esta operación, que va de la modelización abstracta a las modelizaciones teoréticas concretas debe ser considerado el rasgo característico del sujeto epistémico.

Modelo, narratividad y autoconsciencia

En nuestra investigación sobre la semiótica de las innovaciones hemos afirmado que la dinámica del modelo se manifiesta a través una epigénesis que se articula en tres momentos: del Artefacto; del Dispositivo y del Medio. [28]

Denominamos Fase del Artefacto al momento de la ideación tecnológica, donde una instancia de sujeto (no tiene que ser un individuo) proyecta sobre el ensamblado maquinal un determinado uso posible, diferenciado (aunque aún de modo abstracto) de otros usos ya conocidos. Por ejemplo, Cuando Edison inventa el fonógrafo en función del dispositivo telefónico que ya conoce, en tanto mecanismo de registro sonoro de llamadas entrantes para las empresas,[29] o cuando los hermanos Lumière inventan el cinematógrafo en vistas a un uso más o menos definido en relación al registro visual del movimiento. [30]

Fase del Dispositivo llamamos a la proliferación de usos que una multiplicidad de sujetos proyecta sobre el mismo artefacto, resultante de la circulación de la innovación propuesta. Tomando los ejemplos de la mochila y el lápiz que hemos mencionado, podemos advertir cómo en el momento en que estos objetos salieron al mercado y se enfrentaron a los usos específicos (es decir, cuando abandonaron el mundo de los posibles proyectables y se insertaron en el universo de los existentes realizados) se da lugar otro proceso en donde emergen usos desviados del modelo inicial, modos no previstos por la instancia de diseñador para interactuar con el objeto, mediados por otros modelos interactuantes; así, la mochila pasó a ser utilizada, también, como una superficie blanda de apoyo para colocar la cabeza; el lápiz empezó a ser utilizado por las mujeres para sostenerse el rodete en el pelo, etc. Todos estos usos hacen a la proliferación de dispositivos que se suceden en el desarrollo mismo del objeto en su historia.[31]

Fase del Medio es la denominación que venimos proponiendo para señalar la convergencia de la multiplicidad de modelos, que venían compitiendo por las apropiaciones, hacia la institucionalización de un modelo específico y determinado que se proyecta como hegemónico al interior de un sistema de producción que se ha consagrado.[32] En esta tercera fase, los modelos anteriores han dejado de ser extrínsecos unos respecto de otros, y se han articulado al interior de este nuevo modelo instituido, el cual deviene ahora como medio interno para los sujetos del sistema, los cuales sólo podrán reproducirse en sus prácticas simbólicas en relación con ese medio, siendo tales prácticas (al mismo tiempo) las condiciones materiales de reproducción del medio mismo. Se advierte, entonces que el medio deja de ser esa metáfora espacial extrínseca colocada entre dos términos, para constituirse en un fin para sí como actividad mediadora y reguladora, y medio interno para los sujetos que ella misma regula, y a los cuales ella misma reproduce.

”(…) en el terreno de la mecánica el concepto de “medio” establece una relación predominantemente extrínseca y, en cierta forma, indiferente a los términos relacionados (…) el vacío o el éter cósmico como los dos medios (postulados) o el espacio en general en los cuales se desplazan, se reúnen y en general interactúan cuerpos (…(que) permanecen como exteriores a ellos. (…) En el terreno de la química, el concepto de “medio” adquiere un significado más rico, menos extrínseco respecto de los términos que en él o por él se relacionan. El medio en que se producen las reacciones químicas ya no puede ser algún ente imponderable (como el éter) o la ausencia total de materia (como el vacío). (…) el concepto de “medio” adquiere una connotación en la que los términos químicos (reactivos), enlazados por la mediación química (reacción) concluyen en una vinculación determinada (producto). (…) Con el paso del “medio mecánico” al “medio químico” se ha producido (…) una cierta atenuación del carácter extrínseco del medio respecto de los términos que mediante él se reúnen. Sin embargo, el medio en que ocurre una cierta reacción, sigue significando algo indiferente tanto de los términos que inician la reacción, como del o de los términos que surgen de dicha reacción. Con la biología es precisamente este rasgo de exterioridad el que queda suprimido, y no es casual que esta determinación biológica del concepto de “medio” haya sido expresada con la cualificación de “medio interno” (…) el medio en el que ocurren los procesos específicamente vivientes está íntimamente vinculado a dichos procesos (…) el medio relativamente uniforme de los océanos primitivos vio despuntar un desdoblamiento nuevo en su propio interior: por un lado, los seres vivientes como sistemas dinámicos que generan una definida relación con su entorno, relación que se expresa con la categoría de “medio interno”, y que contiene, en germen, el concepto de “habitat”; y por otro lado, el conjunto de los procesos ajenos o aún no subordinados a las exigencias de los sistemas dinámicos vivientes, el cual se expresa con la categoría de “medio externo”, y el cual tiene el valor de un mediador universal relativamente abstracto o extrínseco a los seres vivientes”. [33]

Podemos atravesar estas 3 fases que hemos presentado con un único ejemplo: el de los cueritos“Pitucones”.[34] Si el fenómeno del emparchado en la ropa había aparecido inicialmente (en su etapa de artefacto)en las clases trabajadoras como un modo barato de reparación de una vestimenta, al circular como producto comenzaron a sucederse una serie de desviaciones en torno a los usos previstos, y uno de los más interesantes es el que propuso la empresa argentina Frileo. La innovación supuso un cambio de modelo (de elemento para cubrir y ocultar, a objeto de diseño para lucir) que llevó a una puesta en valor que supuso una serie de innovaciones en relación al artefacto, entre los que caben mencionarse: el reemplazo de materiales baratos por cuero de calidad y de una amplia gama de tonos; proceso de insertado en la pieza, agujeros pre-listos realizados con técnicas industriales; y una denominación que connotaba un determinado status social como horizonte de expectativas para una clase trabajadora en proceso de ascenso. [35]

Es interesante advertir que el uso desviado de Frileo no sólo aparece como una eventualidad entre otras anteriores, contemporáneas o posteriores posibles, sino que instituyó a partir de entonces este uso específico para el objeto en nuestro país, transformándolo no sólo en su materialidad, sino –lo que es más importante– en su dimensión simbólica: de “parche” a accesorio de diseño para la vestimenta.

Ahora bien, este uso instituido del modelo no sólo afecta los modos de producción, sino también los de distribución y consumo de modo que la producción institucionalizada deviene a tal punto entidad simbólica que impide u obstaculiza de modo significativo el modo diferencial en que se accede y se consume dicho producto. De allí que no sólo sea deseable tener un “parche pituco” (que podría hacerse cada uno de manera doméstica, por ejemplo), sino tener el “Pitucón Legítimo”. Esta separación posible entre quienes producen y quienes simplemente consumen tiene necesariamente que realizarse en un sistema en el que las producciones han devenido un fetiche (Fig. 1).[36]

figura 1

Retomando esta epigénesis del modelo en el campo de las innovaciones, podemos mencionar las siguientes situaciones posibles: Mientras que en el primer momento no se ha enfrentado aun el modelo con otro modelo oponente (y por lo tanto sólo se representan las interacciones previstas –el mundo de las puras posibilidades o ser de primero,en la terminología peirciana–), en el segundo, el modelo enfrenta la otredad de representaciones diversas que se desvían eventualmente de las interacciones previstas (el mundo de los existentes o el el ser de segundo). Finalmente, en el tercero ocurre la fase de cristalización y unificación de los modelos diversos donde se instituye un modelado hegemónico que no sólo propone interacciones ejemplares, sino que constituye al mismo tiempo el campo de las acciones en las que el modelo es pertinente y socialmente pregnante; donde el modelo ha devenido regla para la conservación de las partes y la reproducción del todo (el mundo de los necesarios o ser de tercero). [37]

Hacemos explícita mención a esta epigénesis, pues vamos aquí a proponer como hipótesis hermenéutica que el proceso de precomprensión modelizante hacia la modelización teoréctica que se ha señalado resulta isomórfico respecto del pasaje del modelo-artefacto al modelo-medio, es decir, que el mismo proceso que lleva de la representación unitaria y acrítica (en sí misma) a la representación y confrontación con un otro y luego a la elaboración de síntesis superadora, sería, en el fondo, equivalente al proceso que lleva al modelo de la etapa del artefacto al modelado sistemático de la etapa de Medio.Y más aún, que ambos pasajes pueden a su vez encontrarse en la misma matriz de sentido que el Dr. Samaja ha propuesto como el pasaje de las cosas a los sujetos mediados por las reglas (reglas que a su vez producen las relaciones determinadas y regulares de los sujetos/objetos, pero al mismo tiempo reproducen una neo-sustancia, que es la Totalidad o Colectivo)[38] y que nosotros hemos reinterpretado a la luz del análisis semiótico-narrativo con las categorías de situación, personaje y estructura.[39]

La propuesta del Dr. Samaja es que en tanto toda realidad es representacional (supone procesos semióticos de órdenes de complejidad creciente: realidad física, biótica, biológica, social, religiosa e individual-psíquica) su proceso está atravesado por presencialidades físicas (relación de exterioridad o mecánico-causal-primeridades); interacciones y relaciones (acción/reacción-segundidades); y organización autodeterminada (teleología o totalidad histórica-terceridades). En otras palabras, el mundo está poblado por un universo de cosas exteriores que están allí fuera y arrojadas (puras referencialidades), pero también por un universo de sujetos y cosas en interacción (es decir las referencias exteriores y las interioridades subjetivas que entran en contacto con las primeras; usos o interpretaciones del uno respecto de otro), pero también por las imputaciones o regularidades (reglas y normas) que los sujetos establecen en su autodeterminación para establecer e instituir formas habilitadas y cualificadas de la apropiación e interacción de los sujetos entre sí y de los sujetos con el mundo de las cosas.

Puesto que la Semántica, es la rama de la Semiótica dedicada a la investigación de los signos en relación a los referentes o exterioridades a los que representa; que la Pragmática, es la que indaga en torno a las performances o usos (relación de los signos con los intérpretes); y que la Sintáctica, es la rama que investiga sobre las reglas de combinación de los signos (relación de los sujetos con las reglas, y en tanto que estas 3 ramas constituyen las 3 dimensiones de una Semiótica General o Ciencia General sobre la significación, y puesto que no es posible un universo de las interacciones entre sujetos y signos sin la preexistencia de los signos y las cosas por ellos representadas; como no es tampoco posible la existencia de las reglas sin que preexistan los sujetos y los signos que se someten a esas regulaciones, resulta pues que la Semántica es condición de posibilidad de la Pragmática, y ésta a su vez de la Sintáctica, y también que esta es regulación para la anterior.

De todo ello concluye Samaja que la realidad no se presenta como elementos estancos, sino que en su devenir pasa por todo el desarrollo de sus manifestaciones; lo cual significa que una misma realidad Semántica deviene por desarrollo en una Pragmática, y la Pragmática deviene por desarrollo en una Sintáctica. Y puesto que estas dimensiones, que son la dinámica de todo movimiento de lo real, constituyen la Ciencia Semiótica General, Samaja propone a esta Ciencia como un Organon de todos los procesos significativos. Esto último implicaría que toda Ciencia del Diseño y de los procesos de innovación debe ser concebido en su desarrollo en estas 3 dimensiones: no sólo la producción de cosas (artefactos/situaciones/Cosa), no sólo los usos que los individuos realizan en torno a esas cosas (dispositivos/personajes/Sujeto), sino también los procesos de legitimación de las acciones transformadoras que instituyen usos y nuevas realidades (medios/estructura/Reglas).

Esta matriz semiótica permite derivar una serie de relaciones que quisiéramos mencionar aunque sea someramente: 1) que el proceso de desarrollo y complejización es también un proceso de autoconsciencia de la materia, pues requiere de la creación de contextos estables y equilibrados para la conservación de los elementos. Lo que podemos llamar sustentabilidad del sistema. 2) que estos procesos de complejización ascensional suponen el pasaje de las presencias a las copresencias (cosas/situaciones; /sujetos-objetos; Reglas-Instituciones) y de las copresencias a la trascendencia o transacciones para la conservación de las partes y el todo, en donde las estrategias de reproducción del todo han tenido que devenir en el medio mismo en el que el todo se desenvuelve; y 3) que la dinámica ascendente de los elementos de esta matriz remite al mismo tiempo a la consolidación de la validez de sus propios productos, es decir, a la institución del dominio simbólico en el cual las innovaciones pueden devenir mundo de valores.

Reflexiones finales

La búsqueda por parte del diseñador de modelos aceptables (no sólo la capacidad de operar con modelos aceptados, sino fundamentalmente de transgresión por medio de modelos creativos a partir de un proceso reflexivo y de elaboración de perspectivas teóricas potentes y estratégicas desde las cuales proponer acciones transformadoras), y su articulación con contextos de uso y comunidades de intérpretes adecuados –mercados, en definitiva– está llamada constituirse la marca distintiva del diseñador como sujeto epistémico.

Sin embargo, para tal fin debemos dejar de pensarse la actividad del diseño con el modelo del genio individual, del individuo que produce y propone su creación a un mundo con el cual se vincula de modo extrínseco. Si la validez de las modelizaciones teóricas depende en última instancia de su adecuación representacional con la praxis instituida, el diseño sólo encontrará su dominio de validez a partir de la comprensión de los modelos de negocios de la economía globalizada; pues aun reflejando y respetando la diversidad y la existencia de otras operaciones, toda producción objetual, habrá de enfrentar finalmente el plano socio-económico como condición para la supervivencia.

En la complejidad creciente de la macrosemiótica de los artefactos, surgen otras formas de operación o se resignifican formas preexistentes: el arte, la artesanía en todas sus manifestaciones, rural, urbana, tradicional, etc., sin embargo, el diseño vuelve a encontrar su posición estratégica a través de la utilización y comprensión de los modelos de negocios de la economía globalizada. Esto último significa que las producciones del diseño sólo pueden devenir casos de innovación en la medida en que consiguen inscribir simbólicamente (y no sólo materialmente) sus producciones en el plano socio-económico en que la práctica misma se desenvuelve (y por lo tanto, entramando su actividad y sus necesidades con las macrosemióticas anteriores que han quedado suprimidas, pero conservadas y superadas).

En la medida en que el producto no deviene materia semiótica y por ende símbolo, el artefacto no podrá insertarse en las vísceras del sistema. Y aún las producciones aborígenes, locales, y aquellas reñidas con las formas de intercambio del capitalismo deben tarde o temprano, pasar por un proceso de reinterpretación, en la cultura global de negocios. Es esta operación de validación en el campo de la macrosemiótica tecno-económica, la que se realiza por medio del diseño como práctica modernizante, de modo que su convalidación como innovación nos conmina igualmente a un reconocimiento mutuo de los operadores culturales y sus formas de operar en el universo discursivo de la globalización.




Notas y Referencias bibliográficas

[1] Juan Alfonso Samaja, Proceso, Diseño y Proyecto. Buenos Aires, JVE, 2004, p. 131.

[2] Juan Alfonso Samaja, El Proceso de la Ciencia, Buenos Aires, Dirección de Investigación-Secretaría de Investigación y Posgrado (FADU-UBA), 1993, p. 7

[3] Agnes Heller, Una revisión de la teoría de las necesidades, Barcelona, Paidós, 1996, p. 74.

[4] Ibid., p.13

[5] Juan Alfonso Samaja, “De la naturalización del modelo a la desnaturalización y la remodelización. Elementos para una teoría semiótica de las innovaciones”, en: XXXI Jornadas SI FADU (UBA), Buenos Aires, 2017.

[6] Heller, op. cit., p. 72.

[7] Estas nociones de canonicidad y fechoría (y especialmente una tipificación de estas últimas) las hemos desarrollado en Juan Alfonso Samaja, La estructura subversiva de la comedia,Buenos Aires,Centro de Estudios sobre Cinematografía de la Sociedad Argentina de Información, 2010. Para una ampliación de estas ideas cfr. Brunner, Jerome, Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva, Madrid, Alianza, 1990; Juan Alfonso Samaja, “Las estructuras argumentales posibles”, Perspectivas Metodológicas, año 7, nº 7, Buenos Aires, Edunla, 2007.

[8] La cita proviene de un material que Beatriz Galán hizo circular al equipo de investigación, denominado Diseño y territorio,2013. Para las conceptualizaciones de Galán cfr. Beatriz Galán, Diseño, Proyecto y Desarrollo. Buenos Aires, Wolkowicz, 2011; Galán Beatriz; Cristina Monfort; Diana Rodríguez Barros (comp.), Territorios Creativos. Concordancia en experiencias de diseño. Buenos Aires, FADU-UBA, 2015.

[9] Juan Alfonso Samaja, “Parte V”, en: Epistemología y Metodología. Elementos para una teoría de la investigación científica,Buenos Aires, Eudeba, 1999.

[10] Juan Alfonso Samaja, “Desviaciones, mediaciones e innovaciones: el paradigma de la subversión. Paralelismos formales entre las actividades del diseño en territorio y la semiótica narrativa” en: Diana Rodríguez Barrios (comp.), Territorios Creativos. Concordancia en experiencias de diseño, Buenos Aires, FADU-UBA. 2015, p. 74.

[11] Samaja, Proceso, Diseño y Proyecto, op. cit.

[12] Argildas Julien Greimas, Semántica Estructural,Madrid, Gredos, 1976; Del Sentido II. Ensayos Semióticos,Madrid, Gredos, 1989.

[13] Samaja, Proceso, Diseño y Proyecto, op. cit., pp. 22-23.

[14] Galán, op. cit.,p. 76. El proyecto es la acción a través de la cual los colectivos sociales asumen la superación de obstáculos en diversos grados y construyen horizontes, mundos posibles.

[15] Juan Alfonso Samaja, Papeles para una teoría dialéctica del signo,Inédito, pp. 19-20

[16] Como sostiene el propio Charles Peirce, de quien Samaja toma este punto de partida, cuando pretende explicar estos pasajes a partir de una natural disposición en el individuo, que sería el nexo común entre los métodos de fijación de creencias. Charles Peirce, Obras filosófica reunida, T. I, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, pp. 165-166.

[17] Samaja, “Desviaciones, mediaciones e innovaciones…”, op. cit.,p. 73.

[18] Galán, Ibid.,p. 75.

[19] La noción de destinador ha sido desarrollada por Greimas en torno a la identificación del modelo actancial con el propósito de identificar los ejes conflictivos invariantes de todo relato posible.Es parte de la formalización de la Narratología, desarrollada inicialmente por los estudios del cuento maravilloso de Vladimir Propp, Morfología del cuento;Madrid, Akal, 2001. Nosotros empleamos este término como la instancia trans-subjetiva encargada de cualificar y habilitar los procesos de transformación, así como de legitimar los nuevos estados de cosas (apropiaciones/expropiaciones) que emergen de dichas secuencias transformadoras. Sobre este particular recomendamos el excelente artículo de la Dra. Roxana Ynoub “La perspectiva actancial debe acompañar todas mis representaciones. Aportes de la narrativa a una teoría de la subjetividad”, Perspectivas Metodológicas,año 7, nº 7, Buenos Aires, Edunla, 2007.

[20] Pierce, Ibid.,pp. 223-237.

[21] Jean Ladriére, El reto de la racionalidad,Salamanca, Sígueme, 1977, p. 39. Sobre este particular, cfr. también Samaja, Proceso, Diseño y Proyecto, op. cit., p. 19.

[22] Ibid.

[23] Juan Alfonso Samaja, “La función trascendental de los modelos en la innovación tecnológica. El caso de la cinematografía”, Perspectivas Metodológicas, año 7, nº 7, Buenos Aires, Edunla, 2007.

[24] Cfr. Peirce, Ibid., p. 23; Tran-DucThao, Fenomenología y materialismo dialéctico,Buenos Aires, Nueva Visión, 1971,pp. 205-206.

[25] Juan Alfonso Samaja, 2016, p. 2.

[26] El Dr. Samaja intentó una ampliación de esos esquemas modelizadores agregando un cuarto estrato, el histórico-dialéctico (la referencia la tomamos de la asistencia a sus clases del curso de Metodología de la Investigación que dictó en la Maestría de la Universidad de Lanús entre 2005 y 2006. También ha hecho alguna referencia a esto en el texto inédito Semiótica de la ciencia “Parte 3”. Nosotros también hemos reexpuesto estas grandes ontologías en Samaja, “La función trascendental…”, op. cit. Ynoub retoma esta propuesta y expone estos grandes esquemas como las grandes ontologías: a) Modelización mecanicista: caracterizados por postular relaciones de “partes-extrapartes” entre los componentes que conforman sus objetos o sistemas; b) Modelizaciones estructuralistas,que postulan “relaciones formales entre las partes-componentes y entre las partes y el todo; c) Modelizaciones organísmicas/funcionalistas en las que se asumen “relaciones funcionales parte-todo; eso significa que la parte se comprende por referencia a los fines que cumple en la perspectiva de la preservación y reproducción del todo. En esta concepción aparece la idea de finalidad y funcionalidad; d) Modelizaciones dialécticas, en las que las relaciones “todo-parte” se conciben en la perspectiva de los “procesos de génesis-formativa” y de los ciclos reproductivos de estructuras”. Ynoub, Cuestión de método,México, Cengage Learning, 2015, p. 45.

[27] Juan Alfonso Samaja, “Desviaciones, mediaciones e innovaciones…”, op. cit. Aquí solo referiremos muy en general este caso, para un mayor desarrollo, remitimos a la lectura del artículo.

[28] Este tema lo hemos venido desarrollando en un proyecto que, inicialmente, anidó en la Universidad de Belgrano (2009-2011) y que posteriormente migró al Centro de Estudios sobre Cinematografía de la Sociedad Argentina de Información. Actualmente, aunque desvinculado ya de los casos particulares de las tecnologías involucradas en los Medios de Comunicación, venimos desarrollando estas ideas en el marco del CEPRODIDE de la FADU-UBA.

[29] El ejemplo de Edison ha sido tomado del libro de Patriche Flichy, Una era de la comunicación moderna. Barcelona, Gilli, 1993.

[30] Ambos procesos enmarcados en ese anhelo de época que Noël Burch denominó metáfora frankensteiniana (El tragaluz del infinito. Madrid, Cátedra, 1999). Para una ampliación de estos dos casos cfr. Juan Alfonso Samaja, “Las estructuras argumentales…”, op. cit.

[31] Siguiendo el ejemplo del cine, hacia 1900 encontramos al menos dos usos importantes y diferenciales: el dispositivo de registro de contenido referencial y el dispositivo de producción de contenido narrativo-representativo (o ficcional); éste último no inicialmente previsto en la fase de ideación que llamamos momento del artefacto. (En torno a este empleo específico de la noción Dispositivo, remitimos a la obra de Oscar Traversa, “Aproximaciones a la noción de Dispositivo”, en: Inflexiones del discurso, Buenos Aires, Santiago Arcos editor/SEMA, 2014.

[32] Sobre la diferencia entre nuestra definición de Medio y la que sostienen otros autores, como José Fernández, cfr. nuestro trabajo en Juan Alfonso Samaja, “De la naturalización del modelo…”, op. cit.

[33] Juan Alfonso Samaja, Lógica, Biología y Sociología Médica,Tegucigalpa, CSUCA, 1979, pp. 30-32 y 45.

[34] Pitucones fue un producto de diseño de la empresa argentina Frileo en la década del 50. El producto consistía en un retazo de cuero con forma ovalada y en diversos colores con las perforaciones pre-listas para la costura sobre la ropa. Los empresarios de Frileo fueron Frida Lapsenson y Leonardo Goldstein.

[35] “Pituco/Pituca” es un término del lunfardo argentino con el cual se designa a una persona de buen pasar económico. También se la usa para referir a una afectación de la persona (sofisticación de las preferencias) con relativa independencia de su condición económica. En este último caso, sólo designa un status social, una especie de aristocracia en el gusto. (Acceso: 1/5/2018). Es sintomático que este producto haya aparecido en medio del proceso de ascenso de la clase trabajadora que se acrecienta especialmente con las medidas laboristas del primer peronismo (1945-55).

[36] Tomando nuevamente el caso del Cine (pero se aplica a todos los grandes Medios de Comunicación, audiovisuales y gráficos), la fase de Medio no sólo supone una representación instituida del dispositivo cinematográfico orientada a la producción de relato ficcional, con significa al mismo tiempo una disminución sensible de la conservación del recuerdo como principal espectáculo, sino que además supone la división categórica entre quienes producen el relato cinematográfico (Productores) y quienes únicamente podrán consumirlo (Espectadores). No otra cosa significó lo que se denomina el proceso de consolidación de las estructuras de producción institucional, que no sólo deben interpretarse como un modo singular de generar bienes industriales, sino –y fundamentalmente– como un mecanismo de apropiación de los medios de producción.

[37] Establecemos, siguiendo al Dr. Samaja, las mismas equivalencias entre las categorías cenopitagóricas de Peirce (Primeridad, Segundidad y Terceridad) y el repertorio categorial kantiano; en torno a los juicios de Relación (Sustancia/Accidente; Causa-Efecto; Comunidad) y Modalidad (Posible-Existente-Necesario). Sobre estas afinidades cfr. Juan Alfonso Samaja, “Ontología para investigadores. Las categorías puras del intelecto en Immanuel Kant”, en: Perspectivas Metodológicas, Buenos Aires, Edunla, 2001.

[38] No tenemos espacio aquí para exponer con detalle estas nociones, por lo cual remitimos al lector interesado en el análisis ontológico del Dr. Samaja a la lectura de su trabajo Epistemologia de la salud (2007). Asimismo, respecto del desarrollo de las categorías narrativas que mencionamos de nuestro análisis semiótico (situación, personaje y estructura) remitimos también al lector a nuestro trabajo en Samaja, 2012.

[39] Situación es una acción aislada que no se ha subjetivado,es decir,una práctica que no se ha cristalizado en la forma de un sujeto para esa práctica; Personaje, en cambio, remite a la subjetivación de una acción, que hace posible que un determinado tipo de práctica defina a un determinado tipo de sujeto que realiza esa práctica de modo constante. Finalmente, llamamos Estructura al sistema de relaciones instituidas (formales) que regulan la necesidad de ciertos sujetos con derecho (cualificados) a la realización de ciertas operaciones determinadas para la reproducción misma del sistema como totalidad relacional.Sobre un desarrollo más extenso de estas tres categorías, y de su aplicación en el contexto propiamente narrativo del cual han emergido, remitimos al lector a nuestro artículo de “Estructura cómica, personajes cómicos y situaciones cómicas. Cuestiones formales en el análisis del género cinematográfico pre-institucional” en: III Congreso de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual (AsAECA), Córdoba, 10 al 12 de mayo de 2012.